lunes, marzo 26

LA AMISTAD GENERA CONFIANZA



Una de las características de los buenos amigos es la confianza en el trato mutuo. Como el encuentro humano implica, al mismo tiempo, cercanía y distancia, la confianza no debe nunca extralimitarse, para no causar molestias o resultar chabacana. Mantenida en sus justos limites, cobra a veces acentos de una indefinible ternura, como sucede en la anécdota siguiente:

Cuando murió Madame de la Sablière (1693), La Fontaine, que había vivido en su casa durante veinte años, se encontró completamente desamparado. Su amigo, el consejero D'Hervat, al conocer la noticia de la defunción, pensó inmediatamente en el viejo fabulista y resolvió, de acuerdo con su mujer, ofrecerle hospitalidad. Al dirigirse a la casa mortuoria encontró en la calle a La Fontaine.
__Querido amigo __le dijo D'Hervat__, mi mujer y yo hemos calculado la inmensidad de vuestra pena y soledad, y os rogamos que vengáis a nuestra casa.
La Fontaine abrió los brazos a su amigo y dijo, con la mayor sencillez:
__A ella iba.
Diccionario Ilustrado de anecdotas
(Gustavo Gili, Barcelona, 1965, p. 46)

     
La confianza ha de crecer a medida que florece la amistad





  


LA ATRACCIÓN DE LA VERDADERA AMISTAD


Una amistad que puede terminar nunca fue verdadera                                                                                                                          San Jerónimo, Epístolas (3,6)


Sin embargo, aquel déspota tenia también aspectos humanamente simpáticos. Cuando el filósofo pitagórico Fincias, condenado a muerte por él, le pidió un día de permiso para ir a su casa, fuera de la ciudad, a ordenar sus asuntos, Dionisio consintió con tal que dejase como rehén a su amigo Damón. Y, cuando vio presentarse a éste confiadamente y a Fincias llegar a tiempo, en vez de hacerle matar, pidió humildemente ser admitido en la amistad de ambos, que le había conmovido.

INDRO MONTANELLI, Historia de los griegos
(Plaza y Janes, Barcelona, 1982, p. 216)

Una amistad ha llegado a madurez cuando uno está dispuesto a correr riesgos por el amigo. La amistad acrisolada a través de la prueba se presenta aureolada de una halo de especial nobleza. Y resulta sobremanera atractiva, como se resalta en la anécdota de Dionisio, tirano de Siracusa (Sicilia)

 Province of Syracuse 



PRIMACÍA DE LA AMISTAD PURA

La amistad verdadera constituye un fin en si misma porque implica una unión entrañable con una persona en cuanto tal.

Amistad Pura


Me parece que a nada nos encamina la naturaleza tanto como a la sociedad; y ya dijo  Aristóteles que los buenos legisladores fueron mas cuidadosos de la amistad que de la justicia. Mas el punto extremo de la perfección de una amistad consiste en que sea pura, porque las que forman la voluptuosidad, el provecho o la conveniencia pública o privada, son mucho menos generosas y bellas, y menos amistosas tambien, puesto que mezclan la amistad, causas, fines y frutos ajenos a ella misma.

***
¡Estas cosas son inimaginables a quienes no las han probado, y me llevan a citar con elogio la respuesta que dio cierto joven soldado a Ciro, quien le preguntaba si cambiaría por un reino el caballo que acababa de hacerle ganar el premio en las carreras. "Por un reino no, señor --dijo el joven--; yo lo cedería con gusto a cambio de una amigo, si hallase hombre digno de ello." El "si hallase" no era, en verdad, inadecuado, porque se encuentran fácilmente hombres idóneos para una amistad superficial, pero en esta otra, tan grande, es menester que todo sea neto y completo.

MONTAIGNE, Ensayos(2)
(Orbi, Barcelona, 1984, PP. 135-142)


Las amistades verdaderas son eternas.
               CICERON, De Amicitia (9,32)



LA ENTREGA ES LA ESENCIA DEL VERDADERO AMOR




La primera condicion de las relaciones interpersonales es la generosidad, y ésta  florece naturalmente en el darse, años luz superior al mero dar. El abrirse con actitud de disponibilidad es condición de toda verdadera amistad. 
Salinas adivina esta ley del desarrollo humano en la experiencia amorosa, tal como se lee a continuación

Lo que nos queda palpita
en lo mismo que nos damos.
¡Darte, darte, darnos, darse!
No cerrar nunca las manos.
No se agotarán las dichas,
ni los besos, ni los años,
si no las cierras. ¿No sientes
la gran riqueza de dar?
La vida
nos la ganaremos siempre,
entregándome, entregándote.

PEDRO SALINAS, Razón de amor
(Alianza Editorial, Madrid, 1981, pp. 86-87