jueves, agosto 23

RIESGO DE DARSE ESPONTÁNEAMENTE


Cuando obsequio algo valioso (y no me refiero solo a lo material),  pongo en práctica el ser generoso, siento que hago una bella acción y, de esta forma le doy calidad a mi vida; pero a la vez, puedo correr el riesgo de que las personas reciban ese obsequio de forma trivial, de forma banal. 

Ontario-Canadá
A lo inmenso, a lo grande, a lo maravilloso, a lo hermoso hay que darle su justo valor y condicionar su entrega al esfuerzo.

¿POR QUE LAS ROSAS TIENEN ESPINAS?


Ha pasado con las rosas lo que con muchas otras plantas, que en un principio fueron plebeyas por su excesivo número y por los sitios donde se las colocara.
   Nadie creyera que las rosas, hoy princesas, hayan sido hechas para embellecer los caminos. Y fue así, sin embargo.
   Había andado Dios por la tierra disfrazado de romero, todo un caluroso día, y al volver al cielo se le oyó decir:
   __Son muy desolados esos caminos de la pobre tierra. El sol castiga y he visto por ellos viajeros que enloquecían de fiebre. Se quejaban las bestias en su ingrato lenguaje y los hombres blasfemaban. Además, ¡qué feos son con sus tapias terrosas y desmoronadas!.
   Y los caminos son sagrados, porque unen a los pueblos remotos y porque el hombre va por ellos, en el afán de la vida, henchido de esperanzas si es mercader, con el alma extasiada si es peregrino.
   Bueno será que hagamos tolderías frescas para esos senderos y visiones hermosas: sombra y motivo de alegría. E hizo los sauces que bendicen con sus brazos inclinados, los álamos larguísimos, que proyectan sombras hasta muy lejos, y las rosas de guías trepadoras, gala de las feas murallas.




Eran los rosales por aquel tiempo pomposos y abarcadores; el cultivo y la reproducción repetida hasta lo infinito han atrofiado la antigua exuberancia.



   Y los mercaderes y los peregrinos sonrieron cuando los álamos, como un desfile de vírgenes, los miraron pasar, y cuando sacudieron el polvo de sus sandalias bajo los frescos sauces.
   Su sonrisa fue felicidad al descubrir el tapiz verde de las murallas, regado de manchas rojas, blancas y amarillas, que eran como una carne perfumada. Las bestias mismas relincharon de alegría. Eleváronse de los caminos, rompiendo la paz del campo, cantos de un extraño misticismo.
   La altura defendió a los álamos; las ramas lacias del sauce no tenían atractivo; en cambio, las rosas sí que lo tenían, olorosas como  un frasco oriental e indefensas como na niña en la montaña.
   Al mes de vida en los caminos, los rosales estaban bárbaramente mutilados y con tres o cuatro rosas heridas.
   Las rosas eran mujeres, y no callaron su martirio. La queja fue llevada al Señor. Así hablaron, temblando de ira y más rojas que su hermana, la amapola:
   
   __Ingratos son los hombres, Señor; no merecen tus gracias. De tus manos salimos hace poco tiempo. Firmes y bellas. Quisimos ser gratas al hombre y para ello realizábamos prodigios; abríamos la corola ampliamente para dar más aroma; fatigábamos los tallos a fuerza de chuparles sabia para estar fresquísimas. Pasó un pastor. Nos inclinamos para ver los copos redondos que le seguían. Dijo el truhán:
   __Parecen un arrebol y saludan, doblándose, como las reinas de los cuentos.
   Y nos arrancó dos gemelas con un gran tallo.
   Tras él venía un labriego. Abrió los ojos asombrado, gritando:
   __¡Prodigio, la tapia se ha vestido de brocal multicolor, ni más ni menos que una vieja alegre!
   Y luego:
   __Para la Añuca y su muñeca.
   Y sacó seis, de una sola guía, arrastrando la rama entera.
   Pasó un viejo peregrino. Miraba de extraño modo: frente y ojos parecían dar luz. Exclamó:
   __¡Alabado sea Dios en sus criaturas cándidas! ¡Señor, para ir glorificándote en ella!
   Y se llevó a nuestra más bella hermana.
   Pasó un pilluelo
   __¡Qué comodidad! __dijo__. ¡Flores en el caminito mismo!
   Y se alejó con una brazada, cantando por el sendero.
   Señor, la vida así no es posible. En días más, las tapias quedarán como antes: nosotras habremos desaparecido.
___¿Y qué queréis?
___¡Defensa! Los hombres escudan sus huertas con púas de espino y zarzas. Algo así puedes realizar con nosotras. Sonrió con tristeza el buen Dios, porque había querido hacer la belleza benévola, y repuso:
__¡Sea! Veo que en  muchas cosas tendré que hacer lo mismo. Los hombres me harán poner en mis hechuras hostilidad y daño.
   En los rosales se hincharon las cortezas y fueron formándose levantamientos agudos: las espinas.
   Y el hombre, injusto siempre, ha dicho después que Dios va borrando la bondad de su creación.
GABRIELA MISTRAL, Desolación
(Espasa-Calpe, Madrid, 1983,
pp. 220-223)