Cuantas veces nos hemos topados con calles ciegas; con situaciones que al parecer no tienen salida, con momentos en que se nos exige un esfuerzo que creemos que no somos capaces de dar. Con que frecuencia se nos golpea en lo más hondo de nuestros corazones, cuántas veces debemos soportar los ataques de una sociedad que hará lo que sea para sumirnos en el abismo de la mentira, del odio, de la superficialidad, de los distintos vicios que cercan la esperanza del hombre.
Sin embargo, es en este mundo en el que nos tocó vivir, este mundo que se desarrolla, que se expande, pero que a medida que la ciencia descubre grandes cosas y avances, el sentido del hombre, y de la dignidad humana se va perdiendo. Mientras más comodidades de vida se le da al hombre, con mayor rapidez nos volvemos esclavos de nosotros mismos, de nuestros vicios y placeres
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¿FIN DEL MUNDO?
No, no lo es. Pero el mundo sólo se salvará con la decisión, con la única decisión, la de nosotros a comprometernos a luchar hasta la última gota de sangre a favor de la justicia, del amor, y la libertad.
Ciertamente esta decisión no es algo verbal, es una decisión que nos conducirá por sendas aun más peligrosas, por caminos donde impera la soledad, donde nuestro compromiso será tentado y verdaderamente para seguir nuestro andar debemos sacrificar muchas cosas, a favor de hacer lo correcto y por amor al prójimo.
Nuestra misión en esta era es la de luchar, en ayudar a los demás, es la de aprender todo lo que podamos para poder estar preparados cuando el enfrentamiento sea totalmente abierto. Nuestra misión es, si se requiere, morir peleando, defendiendo al hombre, a sus derechos, y a su dignidad.
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